OPINIÓN: Recambio generacional… ¿quién sigue?
Ya regresa el fútbol de alta competencia. Vuelva la Champions, la Copa Libertadores, la Copa sudamericana, y también viene… la Liga 1 de nuestro país. Es bueno eso. Pero lo más relevante de todo, es que regresan las eliminatorias para el mundial de Qatar 2022. Nuestra selección, creo, tiene chances de pelear un cupo para ir directo a la justa mundial, y es claro que será lo último de Guerrero y Farfán.
Eso no debería preocupar si la situación se diera en Argentina, Uruguay, Brasil, etc. Pero en el Perú, el recambio generacional siempre fue el talón de Aquiles. Esto no sólo pasa en el fútbol, sino que ha sido una constante, una vergonzosa constante, entre los deportes colectivos que nunca pensaron en el futuro.
Pero, ¿por qué pasa esto? ¿por qué no es sostenido en el tiempo el éxito de una selección de fútbol, o de vóley, o de básquet? Hemos tenido, quién lo puede dudar, grandes exponentes en las disciplinas mencionadas, como la generación de oro del vóley peruano. Desde que Akira Kato llegó al Perú, en 1965, las chicas del vóley (claro, a las mujeres me refiero), cosecharon triunfos tras triunfos, haciéndolas temibles a nivel mundial, coronando ese pico más alto, con la consecución de la medalla de plata en Seúl 88, y después que eso, qué…
En el básquet, el nombre de Ricardo Duarte tiene letras mayúsculas dentro de la Federación Internacional de Básquet Asociado (FIBA). En realidad, la familia Duarte, en su momento, representaba medio equipo de la selección peruana en las diversas competencias oficiales. Ricardo Duarte, que compartió vestuario con Juan Luis Cipriani (sí, el ex cardenal), fue el mayor anotador en las olimpiadas de Tokio en 1964 con 212 puntos, además de lograr el récord olímpico de 44 puntos en un solo partido contra Corea, el que se mantuvo vigente durante 32 años, ¡8 Juegos Olímpicos! Fue superado por Oscar Schmidt (Brasil), en Atlanta 1996, con 45 puntos, con lanzamientos de tres puntos. Todo esto se va al tacho con lo que sucede en la actualidad, con una federación de básquet suspendida por la FIBA, es decir, no existimos…
Y qué decir del fútbol. Nuestra etapa dorada, no sólo a nivel de selección, sino también de clubes, tiene una coincidencia: el trabajo con menores. Luego que desentenderse del trabajo de formación de jugadores desde corta edad, vino la catástrofe. Unos pueden decir que la corrupción es la explicación del hoyo en el que caímos, y del que intentamos salir, porque aún no salimos de él. El ir al último mundial no puede engañarnos, pues es el trabajo de un entrenador que ha sabido llagar al jugador y lo ha repotenciado, quedando con eso demostrado que el futbolista peruano sí puede ser competitivo. Es cierto, la corrupción es parte importante, porque eso no permite solucionar la parte más importante: el trabajo con menores.
Alguna vez, conversando con Germán Leguía, coincidía conmigo que el trabajo de formación estaba casi abandonado desde hacía mucho tiempo, dejando a su suerte a las instituciones a trabajar por su cuenta, sin ningún plan estructurado, sin competencias como los inter barrios, o inter escolares, esas competencias entre colegios que eran el semillero de grandes futbolistas que se convirtieron luego, en estrellas continentales y mundiales. “De ahí salí yo, salieron Cubillas, Cueto, Franco Navarro, y otros más”, me dijo Leguía entre confusión y nostalgia.
Hay corrupción en todos lados, siempre ha existido, pero el mayor pecado ha sido, y sigue siendo, no invertir desde las bases. Se fue la generación de oro del vóley, se fueron las Tait, las Málaga, las Gaby Pérez, se fueron los Duarte, se fueron los Challe, los Cubillas, los Cueto. Se va Guerrero, farfán, y qué viene…
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