AMBICIÓN PARA CAMBIAR LA HISTORIA
Siempre
fuimos un equipo chico. Las estadísticas no mienten. Aunque hayamos tenido
buenos momentos y grandes jugadores, la historia siempre fue la misma: más
decepciones que alegrías. Sólo superamos a Venezuela (20 triunfos contra 8
derrotas), Bolivia (21 triunfos y 13 derrotas), y Ecuador (19 triunfos ante 14
derrotas). Y si repasamos los enfrentamientos con las restantes selecciones, la
decepción es grande. Chile es quien más nos ha ganado (44 veces), Uruguay,
nuestro próximo escollo de cara a Rusia, ocupa el segundo lugar (36 veces), ni hablar
de las potencias históricas como Brasil y Argentina. Es decir, siempre de media
tabla para abajo. ¿Eso quiere decir que vamos a perder este martes ante los charrúas? No. Porque la historia siempre se puede cambiar.
Pero, de qué depende que los llamados "grandes" siempre ganen, siempre disputen finales, siempre jueguen los mundiales, siempre todo. No se me ocurre otra cosa, tienen temperamento, vergüenza deportiva, actitud y aptitud. Están acostumbrados a ganar, a que los teman. Tienen una fortaleza mental que se cimienta en la, tan mentada, historia. ¿¿Y eso es exclusivo de ellos?? Es obvio que no. Según el ámbito, hay potencialidades que marcan diferencias de unos con respecto a otros. Los peruanos somos conocidos en todo el mundo por nuestra notable gastronomía. "Donde hay un peruano se come bien", es un dicho que está popularizándose. Ahí nadie nos gana.
Pero volviendo al fútbol y a nuestra realidad, los números, historia y estadística dicen que debemos perder ante Uruguay. Me resisto a creer en eso. ¿Me baso sólo en un mero deseo? Por supuesto que no. En la actualidad las diferencias en este hermoso deporte se han acortado. Uruguay no es el gran equipo. Su idea de juego es bastante simple: meter, meter y meter (los que saben de fútbol y lo han jugado, entienden de qué hablo), y a ello agregan delanteros letales: Cavani y Suárez. Pero los nuestros, por fin, están poniendo algo más que solo jugar bonito y perder siempre, le han agregado ambición. Esas ganas de ganar a quien esté al frente. Lo demostraron ante Brasil (aunque lo pagamos caro). Ante los orientales, el buen juego no se debe perder, mucho menos la ambición de la que hablo. Con estos ingredientes la victoria no se asegura, pero las probabilidades de hacerlo aumentan. ¿Será suficiente?
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