Uruguay, una vergüenza
“Las malas personas no pueden ser buenos periodistas, solo así se puede intentar comprender a las demás personas, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias”. Estas sabias palabras las dijo Ryszard Kapuscinski, periodista polaco, considerado el periodista más importante del siglo XX debido a su trayectoria de 50 años, su compromiso con el bien común, su identificación plena con la época en la que vivió y además, por reivindicar aquellos continentes y países que fueron olvidados por el primer mundo, acciones que le valieron numerosos honores y premios.
Sin embargo, me permito extender este concepto más allá del
periodismo. Las malas personas no puede ser buenos profesionales, en general. Una
mala persona, sin valores, no podría ser un buen contador, un buen abogado, un
buen ingeniero, un buen médico, en fin, no podría ser bueno en nada. Su escasa,
o nula, capacidad de empatía, haría que desarrolle su profesión siempre
pensando solo en él mismo, en sus intereses, nunca en los demás.
Pero tampoco podría ejercer la profesión de futbolista de
una manera ética. Y esto es una constante en el futbolista sudamericano. En esta
parte del mundo se juega este hermoso deporte pensando solo en ganar. No importa
cómo, solo hay que ganar. El deporte, en el estricto sentido de lo que
significa, no importa. Si pierdo, desconozco el resultado, ¿cómo? agarrándome a
golpes, descargando mi impotencia de no haber podido ganar un partido en el campo
de juego.
Lamentablemente, tengo que darle la razón a Mbappé cuando
dijo que el fútbol europeo es mejor que el sudamericano. Veo la Eurocopa y me enamoro
más el fútbol. Veo la Copa América y solo veo patadas a los rivales, lesiones
fingidas, el que va ganando hace tiempo, porque se cree muy ‘vivo’, penales y expulsiones
‘muy sospechosas’. Todo esto hace que me guste menos el fútbol.
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Lo que hicieron los ‘jugadores’ de la selección de Uruguay
tras perder ante Colombia (0-1), incluso jugando con un hombre más todo el
segundo tiempo y parte del primero, habla por sí mismo de lo que intento decir
con estas líneas. No felicitan al ganador, no reconocen que los colombianos
hicieron un esfuerzo mayor que ellos por mantener el resultado, no. Ellos simplemente
desataron su furia en la cancha y en las tribunas por el resultado adverso.
Cómo se contrasta todo eso con la selección de Alemania, que, en
cuartos de final, ante España, fueron escandalosamente perjudicados al no cobrarles
un claro penal a su favor cuando el marcador se encontraba igualado a 1. Casi al
finalizar el partido, España anotó el gol triunfal que sirvió para darles el
pase a semis. Al finalizar el encuentro, no se vio a un solo alemán queriendo
pegarle al rival, y menos a los aficionados. Y razones tenían.
Para ser un buen futbolista, hay que ser buena persona. Hay
que enseñar a los niños que, pese a que el fútbol se ha convertido en un
monumental negocio, antes es un deporte, y por lo mismo requiere de valores, de
respeto, de empatía. No de burlarse, solo por que eso le va a ‘bajar la moral’
al rival, no de fingir faltas tratando de engañar al árbitro, no de ‘trabajar a
la boquilla’ al rival para ‘asustarlo’. Se trata de jugar bien para tratar de meter
el balón en la portería rival. Si se gana, bien, si no, felicitar al ganador y
trabajar para que en la próxima oportunidad obtener la victoria.
Fue una vergüenza ver a futbolistas charrúas entrar a las
tribunas y agarrarse a golpes con los aficionados. Es una vergüenza ver, en las
premiaciones, a futbolistas, que obtienen el segundo lugar, sacarse la medalla
de plata en señal de ‘protesta’. Me pregunto, ¿qué protesta? ¿La de ser segundos?
Es momento de tomar medidas para que este tipo de acciones, muchas veces
apañadas por las autoridades de la Conmebol, no se repitan.